¿Pueden los Principios Cristianos Transformar una Sociedad?
De hecho, el mundo en que vivimos, es consecuencia de cristianos actuando a través de los siglos, para gloria de Dios.
Jesús en el Sermón del Monte, luego de compartir las famosas bienaventuranzas, toma un momento para explicar a qué debería parecerse la forma de vivir de sus discípulos: ser sal y luz a donde quiera que vayan. El relato de Mateo 5 nos lo explica así:
“Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.” - Mateo 5:13-16 NBLA
Y decididos a vivir en el nombre de Jesús y para gloria de Dios, los primeros cristianos mostraron con su vida, que estaban destinados a ser sal y luz en un mundo con una cultura contraria a las enseñanzas de Jesús.
El escritor español Alfonso Aguiló nos recuerda que los primeros años del cristianismo estuvieron llenos de dificultades originados por la persecución de los religiosos judíos y posteriormente por el imperio romano. Sin embargo, los cristianos en un par de décadas habían extendido el mensaje de Jesús por ciudades importantes de su época como Atenas, Corinto, Éfeso, Colosas, Tesalónica y la misma Roma, capital del imperio tal como lo describe los viajes y epístolas del apóstol Pablo.
Pero más allá de simplemente compartir una doctrina religiosa, los cristianos hicieron vida el Evangelio de Jesús. Sus principios de vida, su conducta y sus hechos afectaron la manera en que el mundo antiguo se manejaba. Los principios cristianos eliminaron barreras de género, etnias y condiciones sociales, dándole un papel importante a la mujer y mostrando gracia y compasión por los desvalidos, los pobres y los abandonados por el imperio.
John Ortberg en su libro “Who is this man?”, escribe acerca de los primeros cristianos, que en medio de las culturas griegas y romanas, fueron los que se acercaron a los desahuciados, los leprosos y los enfermos, acompañaron y dieron refugio a pobres y hambrientos, compartiendo de lo que tenían con generosidad. A pesar de que vivían en una cultura que abandonaba al débil, siguieron atendiendo sus necesidades y presentándoles la buena noticia del Evangelio a pesar de tener el riesgo de ser contagiados por las pestes y las enfermedades, sabían que su llamado era servir y amar. Todo para gloria de Aquel que los rescató.
Cristianos como Gregorio de Nicea lideraron una cultura que desarrolló el concepto de lo que hoy conocemos como hospitales, hospicios y orfanatos.
Los cristianos con sus valores y principios, influenciaron en distintas etapas de la historia: en la educación, el concepto de escuelas y universidades fue influenciado por monjes quienes en sus monasterios desarrollaron el sentido por el aprendizaje; distintos movimientos abolicionistas de esclavitud fueron realizados por cristianos conversos como William Wilberforce y Benjamín y Sara Lay. Movimientos como la Cruz Roja y el Ejército de Salvación de William Booth, nacieron por la respuesta de hombres y mujeres que consideraban que hemos sido llamados a predicar el Evangelio en palabra y acción.
Los principios cristianos también han servido de base a los derechos humanos. El escritor Tom Holland en su libro “Dominio: Una nueva historia del cristianismo” recuerda que la dignificación de todo ser humano es producto de seguir el mensaje del Evangelio. Pablo en su carta a los Gálatas 3:27 expresa que en Jesús, toda barrera social y étnica es derribada.
En cuestiones de política, los principios cristianos recorren todo el mundo occidental. Documentos históricos como la Carta Magna en Inglaterra y la Declaración de Independencia de Estados Unidos reconocen la influencia de Dios en sus fundamentos.
Y podríamos seguir hablando de la influencia del cristianismo en campos como el arte, la ciencia y el servicio social. Definitivamente el mundo en el que vivimos sería totalmente distinto sin la influencia de hombres y mujeres desconocidos en su mayoría, que con una fe y gracia sin igual, transformaron personas, familias, sociedades, cultura y el mundo entero, en el nombre de Jesús y para gloria de Dios.
Y aunque la influencia del cristianismo también ha atravesado épocas oscuras, la fuerza del Evangelio germinó a pesar de ello. En palabras de Alfonso Aguiló: “Es cierto que los cristianos muchas veces han dejado bastante que desear en el modo de vivir su fe. Con todo, la influencia humanizadora y civilizadora de la fe cristiana no cuenta con equivalentes de ningún tipo a lo largo de la historia universal. Sin la fe cristiana, el devenir humano habría estado mucho más teñido de violencia y barbarie, de guerra y destrucción, de calamidades y sufrimiento; con ella, el gran drama de la condición humana se ha visto acompañado de progreso y de justicia, de compasión y de cultura”.
En pleno siglo 21, ¿sigue vigente vivir siendo la sal y luz que nos enseñó Jesús?
Pertenecemos a un mundo cuya cultura quiere ignorar la influencia cristiana, haciendo que el mensaje del Evangelio suene inadecuado, obsoleto y ajeno a sus aspiraciones. Pareciera que los principios cristianos ya no tienen efecto en la transformación de la sociedad, sin embargo, la necesidad de actuar y levantar la voz, de hacer vida el mensaje de Jesús sigue más vigente que nunca.
Aún necesitamos levantar la voz para defender la vida desde su concepción. Aún necesitamos mostrar el diseño original de la familia. Aún necesitamos extender nuestras manos para ayudar al necesitado, necesitamos acompañar al que sufre y ha sido olvidado por la sociedad. Aún sigue vigente la necesidad de que hombres y mujeres sean sal y luz desde sus campos profesionales y de servicio.
Nuestros valores y principios, sostenidos en la Verdad del Evangelio, definitivamente siguen siendo necesarios. Fuimos transformados por gracia. Es nuestro turno de extender esa Gracia a otros. Aquí, allá, ahora.
Es mi deseo, que podamos tomar la estafeta en esta era de la historia y glorificar a Dios con nuestros principios y con nuestras acciones, orando valientemente como lo hizo en su momento Francisco de Asís:
“Señor, hazme un instrumento de Tu Paz. Donde hay odio, que lleve yo el Amor. Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón. Donde haya discordia, que lleve yo la Unión. Donde haya duda, que lleve yo la Fe. Donde haya error, que lleve yo la Verdad. Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría. Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.”
Todo en el nombre de Jesús y para gloria de Dios.