Hacer lo correcto jamás arruinará tu vida. (Parte 1)
Supongamos que tienes 52 años. 16 años antes adoptaste una hija. Ella tenía 9 años en ese momento. Sus dos padres habían muerto. Tu no podrías haber conocido todas las circunstancias de su nacimiento o de su vida. Pero creíste con todo tu corazón que estabas haciendo lo correcto. Sabías, que la gloriosa y paternal gracia de Dios, brillaría en esta situación. Y entonces decidiste llevarla a casa.
Ahora, a los 25 años, tu hija es soltera, tiene un hijo, ha abortado cuatro veces, y está embarazada de nuevo. Imagina que, hundida en su pecado y desesperación, ella ha cometido un último aborto al suicidarse. Y así, con los sueños que tenías para ella destrozados, como abuelo te encuentras frente a la decisión de convertirte en el padre de tu nieto. Y una vez más, crees, en lo profundo de tus huesos, que esa decisión es la correcta. Y lo haces, abrazando al niño en quien los efectos del trauma radicalmente cambiarán tu vida de nuevo. Para siempre.
Esa es una situación real, y algunos de ustedes saben de lo que estoy hablando. Una de las razones por las cuales empecé con esta historia es para dejar en claro que el efecto dominó del aborto va mucho más allá de la mujer con un embarazo inesperado, o el esposo, o el novio, o un momento en la vida. El efecto dominó continúa por años y años, y afecta a la familia extendida y a los amigos en maneras que nadie puede predecir.
Otra razón por la cual inicié con esta historia es para dejar en claro que lo que voy a decir está diseñado no sólo para prevenir cientos de abortos sino también para traer esperanza y estabilidad – de hecho, alegría real, seria y llena de lágrimas – a aquellos de ustedes que han hecho lo correcto a causa de Jesús, y lo han pagado caro.
Perdón y poder
Entonces, aquí es a donde nos estamos dirigiendo. Voy a plantear una pregunta, ¿cuáles son las causas del aborto? Y ahora les daré 3 respuestas – no respuestas exhaustivas como que si fueran éstas las únicas razones- sino 3 fuentes o causas muy importantes de donde surgen los abortos y una respuesta bíblica a cada una de ellas. Luego nos enfocaremos en la tercera de esas causas para demostrar algo tan maravilloso y poderoso de la Palabra de Dios que transformará la vida de aquellos que la vean y crean.
Así que oro que el abrazar esta maravillosa y poderosa realidad de la Palabra de Dios no sólo prevendrá cientos de abortos entre ustedes y sus hijos y sus nietos y su círculo de influencia, sino también traerá esperanza y estabilidad y gozo verdadero en la vida de cada uno de ustedes que han hecho lo correcto pagando un gran costo.
Antes de plantear la pregunta, ¿de dónde vienen los abortos?, permíteme colocar una pancarta sobre este mensaje – una frase tomada del último mensaje que prediqué acerca de la santidad de la vida en este púlpito en enero del 2021. Es una pancarta que yo sé que Steven, Jason y David habrían ondeado si estuvieran frente a ustedes. La pancarta dice así: el Evangelio de Jesucristo es el único mensaje en el mundo que brinda perdón a los agentes de la muerte y poder a los agentes de vida.
Si anhelas tener poder en la causa de la vida hoy en día, obtenlo del Evangelio. Si anhelas perdón porque has sido cómplice en la muerte, obtén el perdón del Evangelio. Jesucristo, crucificado por pecadores, resucitado y reinando, es la única realidad en el mundo que brinda perdón a los agentes de la muerte y poder a los agentes de la vida – todo para alabanza a la gloriosa gracia de Dios-. Esa es la bandera del Evangelio que está ondeando sobre este mensaje.
Tres causas del aborto
Ahora, ¿de dónde surge el aborto? De las muchas fuentes, o causas, aquí hay 3.
Cerca del 83% de todos los abortos son a causa de la fornicación.
En otras palabras, cerca del 83% de las mujeres que deciden abortar no están casadas (la violación y el incesto representan menos del 2% de todos los abortos). Sabemos que el embarazo surge de una relación sexual, y por lo tanto, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son la causa del 83% de todos los abortos.
Las versiones más antiguas de la Biblia llaman al pecado de las relaciones sexuales fuera del matrimonio fornicación. Es una palabra antigua que ha caído en desuso hoy en día debido a que la realidad pecaminosa calificada como tal ya no es fornicación sino recreación. El sexo recreacional es prácticamente un hecho en la vida y el entretenimiento contemporáneo. 30 años atrás, cuando yo estaba escribiendo editoriales ocasionales para la Star Tribune, por ejemplo, en contra de la distribución de condones en las secundarias, la respuesta de los ventiañeros era: “¡Tu debes de estar loco! ¿Estás diciendo que no debemos experimentar la plenitud de nuestra humanidad? ¿Crees que debemos de renunciar a esta parte esencial de quién somos sólo porque no estamos casados?”
Te das cuenta, 30 años después, que ser un cristiano centrado en la Biblia en Estados Unidos es estar loco. Escoger no ver vídeos de Netflix que celebran el pecado o que lo tratan como algo normal, será considerado como locura. Pero no en los cielos. El apóstol Pablo escribió – para dejar en claro lo que significa fornicación-:
“Pero a causa de la tentación de la inmoralidad sexual, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.” (1 Corintios 7:2)
En otras palabras, Dios hizo el sexo para la hermosa relación del pacto de compromiso que llamamos matrimonio. Unos versículos antes él dijo:
“Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Corintios 6:17-20)
Cuan agradecido estoy con Ruth Piper, mi madre, quien sembró en mi, “Johnny, tu cuerpo es templo del Espíritu Santo. Tu cuerpo de 14 años es templo del Espíritu Santo. Tu cuerpo de 16 años es templo del Espíritu Santo. Tu cuerpo de 18 años es templo del Espíritu Santo.” ¡De cuánta miseria me salvó mi madre!
83% de todos los abortos (51 millones desde 1973) -con todo el pecado de aquellos que matan y con toda la miseria de aquellos que mueren- proviene de la fornicación. Que esto no sea un actuar entre nosotros.
2. Los abortos provienen de la auto deificación humana.
Deificación es otra palabra que casi nadie usa. Deificar algo o a alguien significa tratarlo como que si fuera Dios. Así que la auto deificación se refiere a actuar como que si tu fueras Dios. Suena un poco extravagante, ¿no es cierto? “Wow, ahora el predicador nos abrumará con alguna charla ferviente acerca de convertirnos en dioses cuando pecamos!” Escucha cuidadosamente. Y juzga.
En 1992, en el juicio de Planned Parenthood v. Casey, Anthony Kennedy, juez de la Corte Suprema de Justicia, dijo esto: “En el corazón de la libertad está el derecho de definir el propio concepto de existencia, propósito, del universo, y el misterio de la vida humana.”
Cuando las leyes “no aplican”
Este es un ejemplo de la cosmovisión de la auto deificación: Minnesota, junto con otros 37 estados, tiene leyes de homicidio fetal. Por ejemplo, el estatuto 609.2661 establece que “Cualquiera que realice alguno de los supuestos siguientes es culpable de asesinato en primer grado de un de un niño no nacido y deberá ser sentenciado a prisión de por vida:
(1) Causa la muerte de un niño no nacido con premeditación y con la intención de causar la muerte del niño no nacido o de alguien más.”
Y podrías decir, “Pero esa es la definición de aborto.” ¿Por qué esta ley no exime al aborto que “causa la muerte de un niño con premeditación y con la intención de causar la muerte del no nacido”? Y la respuesta se encuentra en el estatuto 609.266 en donde se establecen las siguientes definiciones:
(a) “Niño no nacido” significa la descendencia por nacer de un ser humano concebido pero aun no nacido. [Excelente!]
(b) “Cualquiera” no incluye a la mujer embarazada.
En otras palabras, cuando el estatuto dice “Cualquiera que cause la muerte de un niño por nacer con premeditación y con la intención de causar la muerte del no nacido” será culpable de asesinato, ese “cualquiera” no incluye a la mujer embarazada. Y si ella causa la muerte de su hijo, no es asesinato. Y el estatuto 609.269 va aún más allá al decir que estas secciones que protegen al niño que está por nacer “no aplican a ninguno de los actos descritos en la sección 145.412” – es decir, al aborto.
¿Quién determina la persona?
Esta es la implicación: Es ilegal terminar con la vida del no nacido si la madre desea al bebé, pero es legal terminar con la vida del no nacido si ella no lo desea. En el primer caso, la ley trata al feto como un ser humano con derechos; en el segundo caso, la ley trata al feto como un no humano sin derechos.
La humanidad -la existencia como ser humano- es decretada por la voluntad o deseo de la madre. El bebé es pequeño y débil y no puede gritar “¡Soy un ser humano!” Por lo tanto, la voluntad del más grande, del más fuerte, es la que gana. Por voluntad de la madre, ella puede, legalmente, conferir la humanidad a su bebé o no. Si ella lo hace, nadie puede matar al bebé. Pero si ella no lo hace, el bebé puede ser asesinado impunemente.
Los fuertes deciden quiénes de los débiles son personas. Nosotros rechazamos esta misma idea en el caso del antisemitismo Nazi. Rechazamos esta idea en el caso de la esclavitud confederada por razones de raza. Rechazamos esta idea en los caso de los Gulags soviéticos. Pero en el caso de los no nacidos, millones de personas, incluso dentro de la Iglesia, abrazan este principio de la auto deificación: la voluntad humana de los fuertes es la que determina la humanidad de los débiles. Si la madre quiere al bebé, es un bebé. Pero si la madre no lo desea, no es un bebé. Pero de acuerdo a la Palabra de Dios, tanto dentro como fuera del vientre, sólo Dios confiere la vida y humanidad.
Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.
Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.
No fue encubierto de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más profundo de la tierra.
Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas. (Salmo 139:13-16)
El trabajo divino de Dios al formar al ser humano en el vientre no está sujeto a la voluntad de ninguna auto deificada voluntad humana.