Esperanza que nos sostiene

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“Pero cuando la fe de ustedes sea puesta a prueba, como el oro, habrá de manifestarse en alabanza, gloria y honra el día que Jesucristo se revele. El oro es perecedero y, sin embargo, se prueba en el fuego; ¡y la fe de ustedes es mucho más preciosa que el oro!” 1 Pedro 1:7 RVC

¿Cuántas veces nuestros corazones han desfallecido? ¿Cuántas veces hemos buscado respuestas en oraciones largas y fervientes?  ¿Cuántas veces hemos visto que lo que tanto esperamos está muy lejos de llegar a ser?

En ese momento donde las fuerzas humanas se desvanecen, es cuando nos aferramos a la esperanza que nos sostiene.

Cuando mi segundo hijo, José, nació parecía que todo estaba muy bien. Pero antes de cumplir el año empezamos a ver que había algo diferente en él, no sabíamos exactamente qué era, pero había algo. Durante sus dos primeros años dormía muy poco, tenía berrinches largos y sin ningún motivo (según yo), era muy inquieto y parecía no escuchar cuando se le hablaba. Yo sabía que algo ocurría, pero a la vez oraba fervientemente que todo estuviera bien.

Estuvimos buscando ayuda por mucho tiempo. Empezó nuestro peregrinaje con neurólogos, psicólogos, terapistas, hasta llegar a recibir un diagnóstico, que no hubiéramos querido escuchar: nuestro hijo tenía autismo. Cuando lo escuché, sentí que recibía un balde de agua fría encima, no supe cómo responder, era un tema poco conocido para mí, pero sabía que era algo que no era bueno. ¿Qué pasos tenía que dar? ¿Qué implicaba eso? Eran muchísimas preguntas que invadieron mi mente en ese momento. 
Pasé por varias etapas en las cuales sentía que mi esperanza en Dios se desvanecía. Un día le pregunté al Señor: ¿Cómo puedes hacerme esto? Si yo estoy sirviéndote … Su respuesta fue inmediata y me dijo: -Sí, sí puedo hacerte esto, y haré todo lo necesario para que tú me conozcas mejor. 
Ese día me dio una escritura que he leído y atesorado en mi corazón desde hace más de 15 años: 
“ Los afligidos y menesterosos buscan agua, y no la encuentran; la sed les seca la lengua. Pero yo, el Señor, los he escuchado; yo, el Dios de Israel, no voy a desampararlos. Abriré ríos en los montes, y manantiales en medio de los valles; en el desierto abriré estanques de agua, y manantiales en la tierra seca. En el desierto haré crecer cedros, acacias, arrayanes y olivos; en el yermo pondré juntos cipreses, pinos y bojes;  y esto, para que todos vean y sepan, y se den cuenta y entiendan, que esto lo ha hecho la mano del Señor; que el Santo de Israel lo ha creado”. Isaías 41:17-20 RVC
En ese momento no sabía y no entendía lo que Dios estaba haciendo.  Pero su Palabra estaba dando esperanza a mi corazón, diciéndome que no importaba qué pasara, Él estaría conmigo y había un propósito en todo este sufrimiento, que todos se darían cuenta que Él se glorificaría en medio de esta situación. 
Por un tiempo oraba que Dios lo “sanara”, en los momentos de sus mayores crisis, anhelaba que Dios hiciera algo. Hasta que entendí que lo que Dios quería era  trabajar en mi corazón, en nuestra  familia a través de José. Que él era perfecto tal y como lo había hecho y que su vida sería un reflejo de la fidelidad de Dios para nosotros.
He aprendido que Dios es soberano, Él gobierna sobre todo y que hay cosas que no entiendo y que tampoco entenderé, pero sí estoy segura de algo:  Él cumplirá su propósito en mí y si para eso he tenido que pasar desiertos, vale la pena, porque 
Él mismo está a mi lado, secando cada lágrima de mi rostro.
Ninguna situación por dolorosa que sea,  puede robarnos la confianza de ser hijos amados de Dios, de descansar en sus amorosos brazos y confiar en su soberanía sobre nuestras vidas.

“Sólo yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza.” Jeremías 29:11RVC

La escuela del sufrimiento es de las más difíciles de vivir, pero es a través de ella que Dios trabaja de una manera única que no podríamos aprender en otro lugar. Sus planes para nosotros siempre serán los mejores, nosotros no  somos capaces de ver nuestro futuro, pero Dios ya estuvo en allí. Su conocimiento nos sobrepasa.

 ”Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes”. Isaías 55:9 

Él va hilando cada situación de nuestra vida para ir formando un bello diseño que se podrá apreciar cuando termine su obra en nosotros. Para mientras nos queda la esperanza firme que Él sigue siendo Dios.

Zita González de Vásquez

Zita es guatemalteca, esposa y madre , con 17 años de residir en Puerto Barrios Izabal, dirigiendo junto a su esposo David, Mision el Faro, sirviendo al pueblo de Izabal. Maestra y psicóloga clínica.

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