Acércate y Descansa

Situaciones difíciles, a todos nos llegan.  El dolor, la tristeza, la incertidumbre, decepción o frustración pueden llegar a nuestras vidas sin previo aviso, pero nunca llegan solas.  Junto con la situación dura llega a nuestra vida una gama de emociones desagradables, llega la tristeza, la angustia, la desesperación, la culpa, el enojo o una combinación de estas.

¿Muestran estas emociones nuestra confianza en un Dios soberano?  ¿Deberíamos dejar de sentirlas?  ¿Qué hacemos con estas emociones desagradables? Hay mucho que se puede tratar sobre esto, pero queremos enfatizar algunos puntos que pueden ayudarte en este caminar.

 En el capítulo 4 de la carta a los Hebreos leemos (LBLA):

 v. 12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.

v.13 Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta

v. 14 Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe.

v. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.

v. 16 Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.

 

Acércate con confianza. 

Todas las cosas están descubiertas ante Sus ojos, no necesitamos (ni podemos) venir delante del Señor aparentando, tratando de vernos “más santos”, “más humildes” o escondiendo los sentimientos que no nos gustan o nos da vergüenza tener. No venimos ante su trono por nuestros méritos, sino únicamente por la perfección de Cristo y Su sacrificio.    

Tenemos un Salvador compasivo.  La palabra compasión en latín implica corresponderse, estar en consonancia o estar unido en dolor. Nuestro Salvador no solo comprende nuestra aflicción sino está con nosotros en nuestro sufrimiento.  (Heb. 4:15).  Podemos acercarnos confiadamente por la justificación que hemos recibido y porque sabemos que aún en nuestra condición somos conocidos y amados por Él. 

Descansa en su gracia y misericordia. 

Busca refugio en el Señor. En el versículo 16 vemos que, al acercarnos a su trono, alcanzaremos gracia y un oportuno socorro. La gracia es un favor inmerecido, mientras que la raíz de la palabra oportuno viene del latín, que significa: “Viento que conduce al puerto, es decir camino a un lugar cómodo y seguro”[1].  Por su gracia, tenemos refugio en Él, su misericordia nos ha librado del castigo que merecíamos. 

Medita en la verdad. En su bondad, el Señor nos ha dado su Palabra, que es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino.  Nuestras emociones son diseño de Dios, son indicadores de algo que está sucediendo en nuestro interior y nos preparan para la acción, pero no están diseñadas para tener el timón de nuestra vida.  Nuestras acciones, pensamientos y emociones deben ser filtradas a la luz de las verdades que encontramos en las Escrituras.

Camina en comunidad.   En su misericordia y por su gracia, el Señor también nos ha provisto de hermanos para apoyarnos, llevando las cargas los unos de los otros.  Acércate a personas maduras en la fe que puedan caminar junto a ti.

Pon tu esperanza en Él. El mundo está roto, tendremos momentos difíciles, pero tenemos esperanza eterna.  Nuestra más grande alegría no puede comparase al gozo que vendrá, nuestro más grande dolor no podrá separarnos nunca de su inigualable amor.  (Romanos 8:38-39).

 

David y Glenda Coronado

Caminamos juntos como esposos y papás de Ana Sofía y Emma. Reconocemos nuestra necesidad de la gracia de nuestro Salvador, de crecer y aprender en Él.  Anhelamos ver una generación que le conozca y ame. Ambos ingenieros con estudios en tanatología. 

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