Oración por la Iglesia, con I mayúscula

Se siente como en Egipto. Se siente como en Belén. Los soldados rodeando las casas para venir por los pequeños. El enemigo del Creador, destruyendo. Los rastros de llanto como riachuelos que se unen al río que se lleva a los niños… pero hoy… ¡los padres los entregan con tambores y bailes! los padres huyendo de su puesto, pagando por abortos, y las madres, hipnotizadas por la serpiente con la vieja mentira: “puedes ser como Dios… eres dueña de tu cuerpo”… hemos perdido la cabeza. Hemos perdido el asombro de los milagros cotidianos. Nos creemos Señores. Perdimos la reverencia y la maravilla. Hemos llegado a ser desechables, opcionales y robóticos. No comprendemos que al destruir a nuestros niños, nos atamos una piedra de molino al cuello y somos los siguientes en ser arrastrados por la corriente incontrolable… hemos perdido la cabeza y quizás el corazón.

¡Sálvanos Rey Bueno! ¡Sálvanos Tú que te hiciste niño, Tú que escogiste experimentar nuestras desgracias y bellezas desde cero, desde el vientre, desde el parto! Devuélvenos el asombro de ser testigos de tus manos trabajando en el banco del alfarero, haznos ver en cada ultrasonido tus huellas digitales y en cada latido tu canto. Conmuévenos con ver la misericordia que es confiarnos -a nosotros los malvados- tus bellezas más vulnerables. Tráenos de vuelta a la humildad de considerarnos criaturas y que nuestros corazones se sepan dichosos por necesitarte. Danos por favor la perspectiva correcta y que estimemos como bendición y herencia tuya a cada niño, aunque el mundo lo llame inconveniencia. ¡Sálvanos Rey Bueno que se hizo niño, que se hizo embrión, que se hizo quebrable para darnos vida! Te necesitamos cada vez que abrimos Tu Libro para ver cada vida a través de Tus ojos preciosos, nuestro entendimiento limitado sólo quiere pedir “niños sanitos” y a menudo oigo “es lo más importante”, pero recuérdanos la verdad y que al nacer, nuestros niños hallen padres conscientes de su mayor necesidad, que es reconocerse como incapaces de salvarse y que en ese entendimiento, estén creciendo en humildad delante tuyo, que estén convencidos que es imposible vivir como tú mandas sin tu ayuda y que a partir de eso, nuestros pequeños corran a ti porque nos ven hacerlo.

Que tanto papás y mamás puedan descansar en Tu inmensa bondad y soberanía y no en su habilidad o cuenta bancaria. Que Tú seas el Esposo y Padre de las que están solas. Que tus brazos -tu Iglesia- las rodeen de amor y sostén y a medida que les crezca el vientre, su comunidad crezca en misericordia, servicio y amor a la verdad. Que cada bebé que aún no ha nacido emerja a la luz conectando la mirada con los que han sido destinados a darle identidad y protección para su bien y Tu gloria. Que eventualmente, ese amor de una vía lo empuje a conectar su mirada con la mirada del Rey Bueno, que se hizo niño, que se hizo embrión y que lo ha amado desde siempre.

Que Tu Espíritu nos invada de una profunda tristeza por nuestros crímenes secretos, que quienes han hecho de su vientre una tumba llamen al pecado por su nombre y sean libres en Tu presencia. Que las mujeres que se maquillan una sonrisa para asistir a la iglesia pero que llevan enterrado el recuerdo de un aborto puedan experimentar una inundación de tu gracia. Que reciban ese regalo precioso del verdadero arrepentimiento junto con los hombres que por su cobardía o indiferencia, han contribuido a que el Belén donde se oyeron coros de ángeles, se convierta en un mar de alaridos.

Por todos los pequeños más pequeños te rogamos, Rey Bueno y poderoso, Rey del Cielo y de la tierra que formas vida en los vientres, que te hiciste chiquito y “quebrable” para hacernos tuyos.

En el Nombre de ese Rey, de Jesús, Amén.

Aixa de López

Autora de Lágrimas Valientes (2017), Para Siempre (2020) y el blog Corazón a Papel. Actualmente sirve en las juntas directivas de ACH (Alianza Cristiana para los Huérfanos) y CAFO (Christian Alliance for Orphans) y es parte del Consejo Hispano de PHILOS Project.

https://www.aixadelopez.org/
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