“¿Quién es tu Mefiboset?”

Traducción

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Alguien dijo en forma de broma una vez: “El ministerio sería fácil si no fuera por la gente”. Me he sentido así antes y apuesto a que tú también. Algunas personas son difíciles, e incluso las personas que no lo son pasan por circunstancias difíciles que pueden agotar rápidamente nuestro tiempo y energía. El amor cuesta. Si queremos ministrar a la gente, necesitaremos responder a demandas casi constantes.

A menudo siento que mi amor es como una pequeña caja de chocolates. Puedo ofrecer una pieza a un número limitado de personas y luego me agoto. ¿Cómo puedo seguir amando sacrificialmente? ¿Qué nos sostendrá para que no nos cansemos de hacer el bien que Dios nos propone (Gálatas 6:9)?

En 2 Samuel 9 encontramos una historia que nos recuerda las verdades que necesitamos para seguir amando bien.

Bondad inmerecida del Rey

Cuando, según la promesa de Dios, David asciende al trono de Israel y establece su gobierno contra los oponentes, recuerda a su amado amigo Jonatán. Como hijo de Saúl, Jonatán debería haber sido enemigo de David. Pero antes de morir a manos de los filisteos el mismo día que su padre, Jonatán amó a David y creyó en las promesas que Dios le había hecho.

Debido a que recibió tanta bondad de Jonatán durante su vida, David busca mostrar lo mismo a la familia de Jonatán. Pregunta a sus consejeros: “¿Queda todavía alguien de la casa de Saúl a quien pueda mostrar misericordia por amor de Jonatán?” (2 Sam. 9:1, NVI). Se entera por Siba, un ex sirviente de la casa de Saúl, que Mefiboset, el hijo de Jonatán, todavía vive, aunque ahora está cojo de ambos pies, después de haber sido herido cuando era niño mientras huía de un ataque (v. 3; 4:4).

Cuando David se encuentra con Mefiboset, promete mostrarle “bondad por amor a [su] padre Jonatán” (9:7). Note que Mefiboset no hizo nada para merecer la bondad de David, sin embargo, David lo trató amablemente por amor a Jonatán. Como David amaba a Jonatán y todavía quiere honrarlo, muestra ese mismo amor a un miembro de la familia de Jonatán.

Esta es una hermosa imagen del evangelio y un modelo para nuestros propios actos de bondad en forma del evangelio.

Bondad inmerecida de Dios

Al igual que Mefiboset, no hemos hecho nada para merecer la bondad de Dios, sino todo lo contrario, pero Dios se deleita en tratarnos con amabilidad por amor a Cristo. Él nos ama en Cristo y nos honra porque, en Cristo, ahora pertenecemos a su familia. Como dice Pablo: “Pues todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26). No somos hijos por nuestros genes o nuestras obras, sino únicamente por gracia a través de la fe en Él. El Padre nos ama en el Hijo.

Considere cómo se ve esto en oración. El Padre escucha y responde nuestras oraciones no por quiénes somos sino por Aquel en cuyo nombre pedimos. Hablando de su inminente partida, Jesús dijo a sus discípulos que así sería: “En aquel día no me preguntarán nada. En verdad les digo, que si piden algo al Padre en Mi nombre, Él se lo dará.” (Juan 16:23). Jesús promete que el Padre nos dará lo que pidamos en el nombre de Jesús.

Mefiboset podía hacerle peticiones audaces a David porque David amaba a su padre. Podía importunar al rey porque el rey quería honrar la memoria de Jonatán. Eso es bondad inmerecida y lo sabemos en una escala mucho mayor. Como dijo Tim Keller: “La única persona que se atreve a despertar a un rey a las 3:00 a. m. para pedirle un vaso de agua es su hijo. Tenemos ese tipo de acceso”. David amaba a Mefiboset por amor a Jonatán, y Dios nos ama a nosotros por amor a Cristo. Un amor así cambiará las estructuras fundamentales de nuestros corazones.

Bondad inmerecida hacia los demás

La historia de la bondad de David hacia Mefiboset no sólo nos recuerda las gloriosas verdades del Evangelio, sino que también describe cómo esa verdad debe motivar nuestro amor por los demás, especialmente por nuestros hermanos y hermanas en Cristo. El amor de Dios por nosotros desborda en amor por los demás. Como deja claro Juan: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros.” (1 Juan 4:10-11). Amamos porque él nos amó primero.

Con razón nos vemos en el lugar de Mefiboset: amados no por quiénes somos, sino por quién es nuestra familia; en nuestro caso, por nuestro hermano mayor Jesús. Pero también podemos vernos a nosotros mismos como David en esta historia: amando a los demás no por quiénes son sino por quién es su Padre: nuestro mutuo Padre adoptivo.

Tenemos muchos hermanos y hermanas, en todo el mundo y al otro lado de la calle, que no han hecho nada para merecer nuestra amabilidad. Es posible que algunos nos hayan tratado mal en el pasado. Es posible que “merezcan” nuestros insultos, represalias o rechazo. Pero nos deleitamos en mostrarles bondad por causa de Cristo porque pertenecen a la casa espiritual que Cristo está edificando.

Otorgamos honor, satisfacemos necesidades físicas y emocionales, pronunciamos palabras de vida y aliento, apoyamos financieramente, usamos nuestros dones para servir y amamos a las personas con sacrificio como una extensión de nuestro amor por Cristo y como una expresión de gratitud por el amor que Él nos ha mostrado a nosotros.

¿A quién le mostrarás bondad?

¿Quién es tu Mefiboset? Puede que sea difícil o que se enfrente a circunstancias difíciles que pondrán a prueba tu paciencia y agotarán tu tiempo y energía. Pero cuando recuerdas lo que le costó a Dios amarte en Cristo, el costo de amar a los demás será un precio que pagarás con gusto.
Después de todo, estás retirando dinero de la cuenta bancaria de tu Padre. Tu amor no está limitado como una caja de chocolates. Tu corazón rebosa del amor del Padre, por eso nunca dejas de amar bien por amor a Cristo.

Brandon Cooper (MDiv, Trinity Evangelical Divinity School) se desempeña como pastor principal en Cityview Community Church en Elmhurst, Illinois. Es autor de Una palabra para los sabios: lecciones de proverbios para jóvenes adultos. Brandon fundó Follow After Ministries para equipar a personas e iglesias para que hagan discípulos apasionadamente dedicados a seguir a Cristo. Él y su esposa, Amy, tienen cinco hijos.
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