“¿Por qué amé cuidar a mis padres ancianos?”

Traducción

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Durante siete años me dediqué al cuidado de mis padres ancianos. Uno con demencia y otro con insuficiencia renal, uno creyente y otro no, a ambos fui llamada a cuidar hasta su muerte. Estaba completamente dedicada a su cuidado, y aunque el Señor era mi fuente de fortaleza, fue extremadamente difícil cada día y en todos los aspectos. Pero si pudiera hacerlo de nuevo, lo haría.
Tal vez estés llamado a una temporada de cuidado de un padre cristiano con quien siempre has tenido una gran relación, por lo que hay un amor profundo y recíproco y devoción. Aunque el cuidado sigue siendo desafiante, probablemente viene con alegría. Pero tal vez tengas una relación dolorosa y tensa con uno o ambos padres que hace que el cuidado sea más complicado. Tal vez, como yo, tienes un padre que no conoce al Señor, y el cuidado es más difícil porque su vida está marcada por el pecado y la incredulidad.
Cuando nos ofrecemos como cuidadores, los portadores de imagen reciben cuidado y dignidad, nuestras buenas obras testifican nuestra fe, y nuestro cuidado podría convertirse en un medio de gracia para que el Señor salve a padres incrédulos. Pero el cuidado no es solo una bendición para nuestros padres, el Señor también lo utiliza para nuestro bien.

¿Por qué cuidamos a nuestros padres?

Durante mi infancia, mi padre tomó algunas decisiones que causaron daño a nuestra familia. Mis hermanos y yo fuimos profundamente heridos por él. Tal vez puedas relacionarte. Pero por reales que sean nuestros sentimientos, recuerda que cómo nos sentimos acerca de nuestros padres no es lo que determina si los honramos. Más bien, cuidamos a nuestros padres por obediencia al mandato del Señor: "Honra a tu padre y a tu madre" (Éxodo 20:12).

A veces habrá circunstancias que hacen imposible o incluso peligroso brindar cuidado a un padre. Pero el mandato de Dios no hace excepciones para los padres que no nos criaron en el Señor, o con quienes no tuvimos una relación cercana, o que no fueron buenos padres. Los cristianos que pueden hacerlo son responsables del cuidado de sus padres.
Porque mi padre no conocía al Señor, sus pensamientos y comportamientos eran consistentes con la naturaleza de un incrédulo. Pero yo sí conozco al Señor, y tengo un corazón nuevo junto con la mente de Cristo y la morada del Espíritu Santo. Cuidar de mi padre era coherente con mi nueva naturaleza, incluso si su naturaleza no cambió.

¿Cómo el cuidado nos bendice?

Una de mis oraciones constantes mientras cuidaba a mi padre era que el Señor me usara para salvarlo, así que compartí el evangelio con frecuencia, respondí sus preguntas e intenté no comprometer mi testimonio. Lamentablemente, mi padre no llegó a la fe, pero eso no significa que mi tiempo y esfuerzo dedicados a cuidarlo hayan sido en vano.

Sin importar cómo responda un padre incrédulo hacia nosotros o hacia el evangelio, el Señor utiliza nuestro cuidado en su vida y en la nuestra. Considera estas tres bendiciones del cuidado.

  1. Glorificamos a nuestro Padre celestial: Fuimos creados para glorificar a Dios. Nuestras vidas pueden glorificar a Dios de muchas maneras, incluso cuidando a aquellos a quienes Dios designó para cuidarnos. Cuando honramos a nuestros padres terrenales, honramos a nuestro Padre celestial. El cuidado es tan difícil y absorvente que la gloria de Dios debe ser la motivación. “Aquellos en estrecha proximidad verán nuestras buenas obras y darán gloria a nuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

  2. Aprendemos sobre el amor piadoso: El cuidado nos exige físicamente y nos desafía espiritualmente. Nos llama a hacer sacrificios para amar y cuidar a un portador de imagen con un amor que no siempre puede ser correspondido de la misma manera. Este amor requiere paciencia, llama a la bondad, no tiene lugar para la envidia ni el orgullo, y no busca su propio interés. No puede enojarse fácilmente y toma una decisión consciente de no guardar registro de los agravios. Este amor confía en el Señor y pone su esperanza en escuchar un "bien hecho" de Él. Este amor persevera. Este es el tipo de amor que hemos recibido del Padre, y al darlo a nuestros padres, comprendemos más profundamente el amor de Dios.

  3. Crecemos en madurez: Cuidar es una prueba seria, y antes de que produzca algo en nosotros, revela algo sobre nosotros: pondrá a prueba nuestra fe. Rápidamente aprenderemos cuál es nuestra verdadera condición espiritual, y eso es algo bueno. Sea cual sea nuestro estado de fe, el cuidado es como agregar más peso a la barra espiritual. Y a medida que soportemos por la gracia de Dios, nuestro músculo espiritual se fortalecerá y se definirá más para alcanzar un nuevo nivel de madurez. Santiago dice que “cuando dejamos que la perseverancia haga su obra perfecta, seremos completos y no nos faltará nada, seremos fuertes en la fe, capaces de soportar dificultades con alegría, y maduros” (Santiago 1:2-4).

Pasé siete años cuidando a mis padres, y cada día necesitaba la ayuda del Espíritu Santo. ¿No es esa la posición ideal para un cristiano: ser necesitado? Aprendí lo que el apóstol Pablo llegó a aprender cuando el Señor le dijo:

"Mi gracia es suficiente para ti, porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9).

Pablo respondió:

"Por tanto, me complazco en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias, por amor a Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte".

Al entregarnos con alegría al cuidado de nuestros padres, tanto aquel que conoce al Señor como aquel que no, nuestras almas cosecharán los beneficios y Dios recibirá la gloria.

Deborah Jaynene Smith es líder del ministerio de mujeres, maestra de la Biblia y escritora. Trabaja en administración ejecutiva y tiene una pasión por ayudar a las mujeres a caminar con Jesús a través del discipulado en grupos y de forma individual. Ama a la iglesia local y sirve junto a los santos en su iglesia local, la Iglesia Bautista de Temple Hills, en Temple Hills, Maryland.
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