ADEPRIC

View Original

Para dejar de matar bebés es necesaria una revolución de amor -Traducción-

Uno de los factores mas crudos por los que podemos juzgar cómo el mundo antiguo valoraba a las mujeres es la práctica común de abandonar niñas.  La práctica de abandonar niñas recién nacidas para que murieran llevó a un desbalance de género en el imperio Greco-Romano. Nos damos cuenta de esto en una carta de un soldado romano a su esposa en el siglo 1 a.C.  La carta incluye la siguiente instrucción:

“Sobre todo, si tienes un hijo varón, déjalo vivir; pero si es niña, échala fuera”.

Los bebés con discapacidades también eran rechazados.  De hecho, Aristóteles, el filósofo griego abogó por la legislación sobre eugenesia: “Que haya una ley que ningún niño deforme viva”.

La idea de abandonar niñas recién nacidas es extraña para nosotros.  Pero incluso hoy en día, vemos que esta práctica continúa en los dos países más grandes que no han sido moldeados por el evangelio todavía.

La iglesia en China está creciendo tan rápido que podría moldear la cultura china en la próxima generación.  Pero el aborto selectivo y el infanticidio en pasadas generaciones han llevado a una brecha de género de 35 millones.  De igual forma en India, donde el hinduismo es la religión dominante, la brecha de género por abortos selectivos e infanticidios es de 25 millones.

Así que, ¿qué ha moldeado nuestras ideas acerca del abandono de recién nacidos en general y el de las niñas en particular? Jesús.    El valor que Jesús le da a los bebés es tan sorprendente como el valor que le da a la mujer.

Jesús valora las mujeres y los niños

Justo después de que Jesús predicara acerca del divorcio (una práctica que dejaba a las mujeres y a los niños en el abandono), la gente trató de llevar a Jesús sus niños pequeños para que los bendijera (Mateo 19:3-15; Marcos 10:2-16).  Lucas dice que le trajeron a Jesús “aún a los niños muy pequeños” (Lucas 18:15).  Los discípulos de Jesús los reprendían, pero Jesús se indignó y les dijo: 

“Dejen que los niños vengan a Mí; no se lo impidan, porque de los que son como estos es el reino de Dios. En verdad les digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. (Marcos 10:14-15)

Entonces Jesús tomó a los niños y a los bebés en sus brazos y los bendijo.

Nosotros no nos sorprendemos por sus acciones y palabras.  Pero los primeros oidores sí.  Paul Offit, un profesor de pediatría, no creyente, en la Universidad de Pennsylvania, llama al cristianismo “el mayor avance contra el abuso infantil” en la historia.  Él explica:

“En la época de la vida de Jesús … el abuso infantil, cómo señaló un historiador, era “la llamada de angustia del Imperio Romano”.  El infanticidio era común.  El abandono era común… los niños estaban en la pobreza, no se diferenciaban de los esclavos.  Pero Jesús defendió a los niños, se preocupó por ellos, cuando todos a su alrededor no lo hacían”.

Siguiendo el ejemplo de Jesús, los primeros cristianos recogian los bebés que otros abandonaban.  Y cuando (para sorpresa de todos) el emperador romano Constantino se convirtió al cristianismo, la defensa legal por la mujer y los niños comenzó a tomar su lugar.

Enfrentando la Pobreza

En el cuarto siglo, Constantino promovió leyes defendiendo a la mujer de divorcios sin garantía y ofreciendo provisiones a los niños nacidos en pobreza:

“Si alguno de los padres informare que tiene descendencia que a causa de la pobreza no puede criar, no habrá demora en la entrega de alimentos y ropa” (Código de Teodosio, II.27.1-2).

El historiador John Dickson nota que Constantino usaba iglesias como “centros de distribución de asistencia social para este programa”.  Matar un infante se convirtió en una forma de homicidio en el año 374 d.C., bajo un emperador cristiano posterior.

En nuestra cultura, los pro-vida son a menudo acusados de no preocuparse lo suficiente de las madres vulnerables y de los niños después de nacer.  Pero la primera legislación pro-vida motivada por principios cristianos en el mundo fue seguida por leyes protegiendo a las mujeres del abandono y proveyendo para familias en pobreza.  La ética cristiana consistente debe velar por todas estas cosas.

No es una coincidencia que en los evangelios de Mateo y Marcos, las enseñanzas de Jesús acerca del matrimonio y la bienvenida a los niños están seguidas por la instrucción al joven rico de vender todo lo que tiene y darlo a los pobres.   Hoy, como en el primer siglo, dos factores simbióticos ponen a los bebés en riesgo: pobreza y carencia de paternidad.

En los Estados Unidos en 2018, 85% de las mujeres que buscaron abortos eran solteras y cerca de el 75% vivian por debajo o muy cerca del nivel de pobreza.  Debido en gran parte a las desigualdades históricas, esto significa que los bebés de raza negra tienen aproximadamente 3 veces más probabilidad de ser abortados que los niños blancos.  Esas pequeñas vidas negras importan.  Pero en lugar de proveer a las mujeres del soporte que necesitan, nuestra sociedad opta por la solución rápida que da el aborto.

Gracias a Dios, las cifras de aborto en Estados Unidos están bajando.  El 2018 vio la cifra más baja, pero todavía representa 619,591 vidas perdidas.

Necesitamos más niños

Además, lejos de ser un bien público, el aborto reduce aún más una tasa de fertilidad alarmantemente baja. Con una tasa de fertilidad de 1.78 bebés por mujer, Estados Unidos está en una bomba de tiempo demográfica de una sociedad que envejece.

Para ser claros, el valor de la vida nunca debe ser medida en términos económicos. Pero al contrario del mito de que los bebés son una carga, desde una perspectiva puramente económica, necesitamos más niños.

Muchas mujeres también quieren más niños.  En Estados Unidos “la brecha entre el número de niños que una mujer dice que quiere (2.7) y el número de niños que probablemente en realidad tenga (1.8) ha incrementado a su nivel más alto en 40 años”.

Y contrario a la imaginación popular, la gran mayoría de abortos no vienen de embarazos de adolescentes, sino son buscados por mujeres que -con el apoyo adecuado- podrían estar en una buena posición para criar esos niños.

La Biblia no nos llama a un pasado pseudo-cristiano, cuando el Occidente estaba supuestamente controlado por normas cristianas, pero con demasiada frecuencia se excusaba a los hombres a acostarse con prostitutas y servidumbre, y las mujeres embarazadas eran abandonadas por millares.  La Biblia no nos llama a un mundo en donde las madres solteras  eran despreciadas o marginalizadas y forzadas a abortos clandestinos.

Sino que Dios nos llama a un mundo en donde las mujeres sean vistas iguales a los hombres, sin importar su estado civil; en donde las mujeres embarazadas son ayudadas; en donde los hombres son llamados a ser esposos fieles o solteros fieles; y en donde los bebés son valorados y atendidos -no solamente por sus padres biológicos, sino también por su familia espiritual.

Para resolver el problema del aborto, no solamente necesitamos revertir una ley.  Necesitamos una revolución de amor. 

Este artículo fue adaptado por el libro de Rebecca McLaughlin “The Secular Creed: Engaging 5 Contemporary Claims” (TGC, 2021).

Artículo escrito por Rebecca McLaughlin y publicado por The Gospel Coalition. Consulta el texto original en inglés aquí.