Después de la caída del hombre, el mundo se llenó de oscuridad y en nuestros corazones se apagó el Espíritu. La buena noticia es que en Jesús encontramos esperanza y Dios ha llamado a sus hijos a ser la luz y los luminares en el mundo.

Una de las características que hace únicas a las estrellas es que éstas producen por sí mismas la luz que las hace brillar. Científicamente, las estrellas brillan porque son un enorme reactor nuclear en donde hay mucho calor. En el centro de cada estrella, hay átomos separándose constantemente como resultado de gigantes colisiones atómicas que liberan una gran cantidad de energía. Esa energía hace que la estrella tenga temperaturas sumamente elevadas y que brille.

Sin embargo, cuando leemos en Filipenses 2: 12-18 la exhortación de Pablo a la iglesia en Filipos a ser luminares en el mundo, no los está invitando a brillar con luz propia ni en sus propias fuerzas, sino que específicamente les pide que no hagan nada por vanagloria porque es Dios el que pone en ellos el querer como el hacer, por Su buena voluntad.

Ser luminares o estrellas en el mundo significa hacer brillar la luz de Jesús para que en medio de una generación maligna y perversa Su nombre sea exaltado. Nosotros, los hijos de Dios, no brillamos porque seamos buenos, capaces o mejores que cualquier otro ser humano. Nosotros brillamos por gracia, por obra del Espíritu Santo y como reflejo de la Verdad de la palabra de vida.

Esta razón es lo que hace distinto el Blog Luminares a otros espacios literarios que actualmente existen. Todos los que estaremos colaborando con pequeños o grandes destellos lo haremos en reflejo de la obra maestra redentora, en la que ya no es más nuestra naturaleza la que determina quiénes somos, nuestra capacidad o mensaje, sino que es Quién está en nosotros el que dirige nuestros pasos.

En el centro de cada estrella hay átomos separándose, pero sobre los hijos de Dios está el Espíritu Santo que es el fuego abrasador.

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