Quién y no qué: descubriendo la Verdad

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Las distintas culturas y sociedades han querido evitar a toda costa admitir que existe la verdad absoluta y han dado lugar a una de las filosofías más populares, el relativismo. En términos sencillos, esta corriente filosófica afirma que no existe la verdad absoluta, y que lo que es correcto o incorrecto es enteramente un producto de la preferencia humana; el concepto de verdad queda vacío de significado, y la ética es puramente emocional y subjetiva. Es decir, hay una exaltación de los sentimientos y preferencias que no pueden ser juzgados o valorados por los demás, ¡se vale todo!

Aunque pensamos que el relativismo es producto del intelecto humano, no es así. El esfuerzo que hemos realizado como especie para eliminar el bien y el mal en términos absolutos tiene como origen el corazón rebelde del individuo. Nuestro corazón está sediento de poder y libertad: poder para estar a cargo de todo lo que nos rodea o de quiénes somos y libertad para hacer todo lo que nos plazca sin consecuencias.

Sin embargo, el poder y la libertad, así como la Verdad no le pertenecen al ser humano sino a Dios. Dios es soberano y todopoderoso, sólo en Él podemos encontrar la libertad y la Verdad es Él. Rechazar la existencia de una verdad absoluta es rechazar la existencia misma de Dios.  

Por ejemplo, las palabras de Jesús en Juan 14:16 “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” no pueden considerarse como una afirmación relativa sino como una verdad absoluta revelada a nosotros en la Biblia por obra del Espíritu Santo. Barnabas Piper lo explica mejor diciendo: “Él nos dio su Palabra escrita, la Biblia. Son a estas palabras, a esta revelación del carácter de Dios, su creación, su plan, y su obra a la que el Espíritu da vida. No es una descripción y explicación exhaustiva de Dios, porque eso sería imposible (de nuevo, infinito). Pero es lo esencial; la Escritura avivada por el Espíritu es precisamente lo que necesitamos para conocer la verdad.”

Aunque el mundo utilice todos los recursos disponibles para relativizar la Verdad y hacernos creer que existe “tu verdad y mi verdad”, que “es tu cuerpo y tu decides”, que “tu identidad depende de tus sentimientos, percepciones o preferencias”, que “amor es amor” o que “Dios no existe” debemos recordar que nosotros no somos de este mundo (Juan 17:14-16). Los que creen en Jesús y permanecen en Él serán aborrecidos y perseguidos por proclamar la Verdad pero darán testimonio para que el mundo conozca que “tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:23).

El relativismo, el progresismo, el escepticismo, el cristianismo hipócrita o la filosofía popular del momento no podrán cambiar lo absoluto: la Verdad no es un qué como preguntó Pilato sino un quién como lo revela la Biblia.

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