“¿Están los cristianos obligados a votar?”
Traducción
Vamos a responder esta pregunta citando 1 Pedro 2:9–17, y lo que vamos a leer en este texto es la doble identidad del cristiano en este mundo caído.
Una identidad es la de un peregrino y exiliado. En otras palabras, este mundo no es nuestro hogar. Y la otra identidad es la de estar sujetos en este mundo a las autoridades de gobernadores y reyes designadas por Dios. Entonces, una identidad es esclavos de Dios (y, sí, esa es la palabra que se usa, "esclavos de Dios", sin excluir en absoluto la gloriosa verdad de "hijo de Dios", ambos tienen aspectos de verdad en ellos), comprados y gobernados por Dios y nadie más. Y la otra identidad es la enviada por nuestro dueño, Dios, a un mundo extraño para dar a conocer su gloria a través de las palabras del evangelio y las buenas obras. Así que prestemos atención a esas dos identidades en este texto:
Nuestra doble identidad
“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa”.
Deja que eso llegue a lo más profundo de tu corazón: una nación santa, y eso no se refiere a ninguna nación terrenal. Eso es cristianismo. Ese es el pueblo de Dios nacido de nuevo de todas las naciones.
“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable.” (1 Pedro 2:9).
Así que eso es lo que quiero decir con las palabras del evangelio que Él te llamó a proclamar.
“Amados, les ruego como a extranjeros y peregrinos, que se abstengan de las pasiones carnales que combaten contra el alma. Mantengan entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que les calumnian como malhechores, ellos, por razón de las buenas obras de ustedes”,
—por eso me refiero no solo a las palabras del evangelio sino también a las buenas obras—
“al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación” (1 Pedro 2:11–12).
Así que esa es nuestra meta: hacer que Dios se vea glorioso en esta tierra donde vivimos temporalmente como extranjeros y peregrinos. Haz que se vea hermoso, grandioso, valioso. Ese es nuestro objetivo. Haz que Dios se vea genial.
Cada nación una tierra extranjera
Así que aquí está nuestra doble identidad. Los cristianos son una nación santa llamada la Iglesia, posesión de Dios. Y por lo tanto, como nación santa, somos peregrinos y exiliados en todas las demás naciones del planeta en que vivimos. O para decirlo de otra manera, somos esclavos de Dios, lo que significa que somos propiedad de Él y, en última instancia, solo somos responsables ante Él, no ante ningún hombre.
Luego, la otra parte de nuestra doble identidad es el llamado o vocación de Dios para que nos sometamos libremente (no porque los gobernantes terrenales tengan ninguna autoridad final sobre nosotros), a los gobernadores y reyes, y a hacer el bien en estas naciones extranjeras donde vivimos, para la gloria de Dios.
Esta es la realidad fundamental, la estructura de la existencia cristiana que debemos tener en cuenta cuando pensamos en cosas como votar en esta tierra extranjera donde vivimos como cristianos.
1. La adoración corporativa es políticamente explosiva.
Emitimos un voto cada semana reuniéndonos en adoración congregacional y cantando nuestra lealtad a Jesús como Señor sobre todos los señores, Rey sobre todos los reyes, Presidente sobre todos los presidentes, Primer ministro sobre todos los primeros ministros, Jefe sobre todos los jefes. La adoración colectiva que exalta a Cristo es políticamente lo más explosivo que hacemos. Es absolutamente rebelde en cualquier régimen que presuma reclamar la máxima autoridad o la máxima lealtad sobre los seres humanos. En la adoración, decimos en voz alta, para que todos escuchen: “Jesucristo es nuestro Rey sobre todos los demás gobernantes. Debemos obedecerle. La obediencia a los gobernantes terrenales es relativa; la obediencia a Jesús es absoluta”.
“El Altísimo gobierna el reino de los hombres”, dice Daniel, “y lo da a quien quiere” (Daniel 4:25).
Tan legítimo e incluso tan deseable como puede ser un afecto apropiado por nuestra nación terrenal, si la adoración semanal comienza a sonar como mítines patrióticos en lugar de una celebración del Rey Jesús sobre cada nación, nos estamos pasando de la fidelidad bíblica hacia la idolatría. Esa es la primera implicación.
2. Los cristianos deberían querer hacer mucho bien.
No debe haber duda de que los cristianos, como peregrinos y exiliados en la tierra, quieren hacer el bien por la gente y la nación de la que somos parte. Los cristianos se preocupan por todo el sufrimiento, especialmente el sufrimiento eterno, especialmente el sufrimiento cercano. La proximidad aplica cierta medida de responsabilidad.
Entonces bendecimos a nuestras comunidades con palabras del evangelio y buenas obras. Esa es la implicación de 1 Pedro 2:9–17. Los cristianos no quieren ser parte de los problemas que arruinan la vida en la sociedad. Queremos ser parte de las soluciones que mejoran la vida en la sociedad. No queremos que la policía sea injusta o inútil. No queremos líderes corruptos, sino íntegros. No queremos que fallen las infraestructuras de agua, alcantarillado, electricidad, gas natural, caminos, puentes, alumbrado público, suministro de combustible, control de inundaciones, códigos de construcción y estaciones de bomberos. Estamos dispuestos a pagar por ellos y hacer nuestra parte para mantener las cosas funcionando para bien, el bien común de tantos como sea posible.
Queremos ayudar a solucionar los problemas de la falta de vivienda, la pobreza, la adicción a las drogas, las enfermedades mentales, el comportamiento delictivo y la violencia doméstica. Queremos que haya vecindarios seguros, buenas escuelas, viviendas asequibles, abundantes empleos, condiciones económicas estables y paz internacional. Es por eso que Pedro, dos veces en este breve texto, dijo que debemos estar ocupados haciendo buenas obras para (1) silenciar a aquellos que dicen que el cristianismo es malo para el mundo y (2) para hacer que Dios se vea glorioso. Esa es la segunda implicación. No estamos sentados enterrados en nuestras pequeñas cuevas, indiferentes al sufrimiento y las necesidades de nuestra sociedad.
3. Votar es una forma de hacer el bien
Aquí está la tercera y última implicación. Votar es una forma de hacer el bien. Es un tipo de buena acción. Esperamos, al votar por candidatos dignos, competentes y sabios, que el bien común llegue a más personas. Ese es nuestro objetivo. Pero no creo que se desprenda de ninguna verdad bíblica que votar sea un deber absoluto para los cristianos. Es una posible buena acción junto a muchas otras, una forma de servir al bien de la sociedad, pero hay demasiados otros factores en juego para describirla como un deber absoluto.
Uno de esos factores es este: cuando el deber de votar se eleva al punto en que anula otros principios cristianos de virtud, se ha llevado demasiado lejos. Ese deber ha sido llevado demasiado lejos. A veces sucede en un mundo caído que votar por cualquier candidato propuesto es tan ofensivo, tan moralmente comprometido, tan engañoso que puede ser un asunto de mayor integridad, más fiel obediencia a Cristo y un testimonio más claro de la verdad si no votar por ninguno de los candidatos propuestos.
Sería irresponsable suponer que la elección de no votar por algún partido o persona en la boleta es una falta de amor a nuestro prójimo, cuando de hecho, el no votante puede estar mucho más involucrado en hacer buenas obras socialmente transformadoras que el que vota por un candidato moralmente inepto porque se le considera el menor de dos males. La vida no es sencilla. Es inevitable que los cristianos no estén de acuerdo con las estrategias sobre cómo hacer el mayor bien con las palabras del evangelio, las buenas obras y el ejemplo cristiano. Debemos ser lentos para juzgar las estrategias morales de otras personas bien intencionadas.
Sólo un pensamiento más. Si cree, como yo, que en principio, votar es un gran regalo y privilegio en nuestra sociedad, y desea mantener ese privilegio, casi siempre es posible votar escribiendo el nombre del candidato que cree que es digno, aunque no esté en la boleta (en Estados Unidos esta opción se conoce como el “Candidato por escrito”)*. De esa manera, puede defender el precioso regalo del autogobierno democrático mientras evita los efectos ruinosos de apoyar a candidatos indignos.
John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y rector de Bethlehem College & Seminary. Durante 33 años, se desempeñó como pastor de la Iglesia Bautista Bethlehem, Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros, incluido “Sed de Dios: Meditaciones de un hedonista cristiano” y, más recientemente, “Ven, Señor Jesús”.
*Nota de Adepric: “Candidato por escrito es una práctica común en los Estados Unidos. Un candidato por escrito (en inglés: Write-in candidate) es un candidato cuyo nombre no aparece en la boleta, pero busca la elección pidiéndoles a los votantes que voten por el candidato escribiendo físicamente el nombre de la persona en la boleta. Dependiendo de la ley electoral, puede ser posible ganar una elección ganando un número suficiente de dichos votos por escrito, que cuentan de la misma manera que si la persona estuviera incluida formalmente en la boleta." - Wikipedia
En nuestro contexto guatemalteco, pensando en una opción que no es la que se nos presenta, analizamos que podría ser algo como el voto nulo por ciertas implicaciones prácticas.