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Entre Piñatas y Llanto.

Foto de Rawpixel

Lo que nuestros hijos realmente necesitan

Una soleada mañana de sábado, nos levantamos muy temprano y nos preparamos para celebrar el segundo cumpleaños de nuestra primera hija. Nuestra alegría y gratitud desbordaban, nos reunimos en un lindo lugar con nuestra familia y amigos, quebramos una piñata, comimos y reímos.

El lugar donde celebramos la fiesta tenía preparado un momento especial en el que la mascota – un hombre adulto con un traje de foca, que tenía un sombrero – llegaba a pasar un tiempo con el cumpleañero y los invitados.   Lo que debía provocar emoción en nuestra nena resultó en miedo y llanto.  Su expresión nos decía claramente lo que necesitaba, y nosotros atendimos a su necesidad pidiéndole a la mascota que se retirara, a pesar de la insistencia de la encargada del evento y de la mascota en terminar el show. Han pasado ya casi 16 años desde aquel día, y todavía nos deja lecciones. 

El mundo, la cultura, la moda y tendencias frecuentemente crean necesidades artificiales, que como padres nos podemos sentir presionados a suplir.   Estas toman diferentes formas como: cierto tipo de ropa, juguetes, educación, oportunidades, entre otras.  Debemos de cuidar que nuestro corazón no se distraiga y se olvide de lo más importante.

Pero ¿qué necesitan nuestros hijos?  Si bien, hay necesidades físicas y emocionales que estamos llamados a suplir, como padres debemos recordar que la más grande necesidad de nuestros hijos es igual que la nuestra. Ellos y nosotros necesitamos de un Salvador, redención, agua que quita la sed, pan que sacia el alma - necesitamos a Cristo.

Que alivio tan grande el saber, que no depende de nosotros y de nuestras fuerzas.  Nuestro rol es apuntar a Aquel que lo llena todo en todo, es apuntar a la obra preciosa de Cristo y descansar en su gracia y misericordia.

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.”

Juan 15:1-5 LBLA

En este pasaje el Señor nos recuerda nuestra total y absoluta necesidad de depender de Él. No podemos dar verdadero fruto separados de Él.  En nuestro rol como padres esto se hace aún más evidente.  Nosotros no podemos darles salvación a nuestros hijos, por más que queramos el bien para ellos.  Como padres, somos embajadores, representantes del Señor en sus vidas; llamados a reflejar el amor de Dios y anunciar su evangelio. 

Romanos 10: 14 nos dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?”. 

Seamos intencionales en compartir con nuestros chicos de las Escrituras, en devocionales y en momentos de la vida cotidiana hay oportunidades preciosas para recordar las verdades del Evangelio y sus implicaciones para nuestras vidas.

No podemos dar lo que no tenemos, y no podemos reflejar a quién no conocemos.   Necesitamos pasar tiempo con el Señor y meditar en su palabra, dejando que Él nos transforme, nos pula y nos haga parecernos cada día más a Cristo.  

La mascota no era necesaria para que nuestra hija disfrutara su cumpleaños, y así, muchas veces usamos nuestro tiempo y recursos para darle a nuestros hijos cosas que realmente no llenarán su corazón.  Oremos porque nuestro corazón olvidadizo tenga los ojos anclados en lo eterno, porque vivamos las alegrías, las tristezas, los retos y desafíos de la paternidad con la mirada puesta en Él.  Solo en Cristo tendremos plenitud de vida, Él es suficiente.