El mejor perfume
Las personas que me conocen saben que tengo una debilidad por los perfumes, ¡me encantan! Para mí un perfume muestra cómo es una persona.
Cuando yo era pequeña recuerdo muy bien que mi papá usaba una loción llamada Agua Brava, su aroma lo tengo gravado en mi mente, era fresco y amaderado. Mi papá murió hace más de 40 años pero cada vez que siento el olor a Agua Brava, mi papá viene a mi mente, los recuerdos parecen frescos de nuevo.
Y es que los perfumes tienen la característica de evocar emociones. Los perfumes han existido desde hace muchos años y sus usos han sido diversos, pero siempre han sido usados para ocasiones importantes y rendir honra.
La Biblia nos cuenta la historia de una mujer que tenía un perfume muy valioso, tan valioso, que podía representar el salario de una persona por un año. Esta mujer tenía un propósito para ese perfume y no era precisamente usarlo o venderlo por un buen precio. Ella quería derramarlo sobre alguien que había impactado su vida y con quién estaba muy agradecida: Jesús. Este hecho fue tan importante, que el mismo Señor dijo que donde quiera que su evangelio se predicara, también se contaría lo que esta mujer había hecho, esta es la historia de María de Betania (Marcos 14:3-9).
¿Quién era María? ¿ Qué la caracterizaba? ¿Por qué lo que hizo?
María era la hermana de Lázaro, y de Marta, los tres eran amigos de Jesús (Lucas 10:38-42).
María era una mujer un poco fuera de lo común para su época. Lo normal era que las mujeres se dedicaran a atender a las visitas y cocinar. Ella no, ella se sentaba a los pies de Jesús a escuchar sus enseñanzas, se enfocaba en prestar atención a cada palabra que salía de la boca de Jesús. Esto no era muy agradable a los ojos de su hermana Marta, ya que no le ayudaba con los quehaceres de la casa. Le molestaba tanto la actitud de María, que no se aguantó y fue a pedirle a Jesús que le dijera a María que se levantara y le ayudara. Cuántas veces nos encontramos como Marta, envueltos en afanes, trabajo, dinero, estudio, preocupaciones y la lista no se acaba... Nos olvidamos que lo más importante es sentarnos a los pies del maestro y escucharlo.
Jesús le dijo a Marta: “afanada y turbada estas con muchas cosas, pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la mejor parte, la cual no le será quitada.” ¡Una sola cosa es necesaria! Estar a sus pies y escucharlo, darle el lugar de importancia que le corresponde. Lo más importante es buscar su presencia, nada vale más que eso, porque es allí donde somos transformados.
Mas adelante en Juan 11:1-38 podemos ver de nuevo a María, cuando Lázaro muere. Fue un suceso muy doloroso pero transformador en la vida de María. Ella estaba destrozada, con su corazón roto. El Señor no había llegado a tiempo... su hermano amado había muerto, se habría olvidado de ellos, ¿no le importaba? No sabemos qué cosas pasaron por su mente. Luego escucha que Jesús estaba entrando a la ciudad, ¿correría ella o esperaría a que Él la llamara? María esperó, posiblemente con su corazón acongojado y mil preguntas, corrió hacia Jesús cuando escuchó que su hermana le dijo: El maestro te llama. María salió corriendo al encuentro de Jesús, no para reclamarle, no para enojarse con él, salió y se postró a sus pies, y lloró reconociendo que no tenía a otro lugar dónde descargar su entristecido corazón.
El Señor busca corazones que corran a Él en todo tiempo, en la alegría y también en la tristeza, cualquiera que sea nuestra circunstancia, Él nos espera para que corramos a Él.
María pudo presenciar la resurrección de su hermano, presenció algo sobrenatural, cuando la esperanza se había desvanecido, Jesús despliega su poder y cambia todo. Habían muchas razones por las cuales su corazón desbordaba de agradecimiento y amor. Lo conocía y había experimentado el amor más puro y desinteresado departe de Él.
María tenía un gran deseo de expresar su amor a Jesús (Juan 12:1-8). ¿Cómo podría lograr eso?, me imagino que empezó a enumerar las cosas que poseía y a buscar que era lo más valioso que poseía , que podía darle a Jesús? A sus pies había aprendido y había sido consolada. La Biblia no nos dice si ella tenía el perfume antes o si ella lo fue a comprar específicamente para derramarlo sobre Jesús. Cualquiera de las dos cosas implicaba un desprendimiento de algo muy valioso que podría significar seguridad económica para ella. Pero ella consideró que Jesús era digno de recibir esa ofrenda. No sólo era derramar el perfume, estaba derramando el corazón y alma delante de su Salvador. Ella sabía ante la presencia de quién estaba, reconocía su señorío, poder y gloria, Él era digno.
Lo que ella hizo no fue algo impulsivo y repentino, era algo meditado con anticipación. Sabía que se estaba arriesgando a ser duramente criticada y juzgada, porque su acción se salía completamente de lo normal:
1. Lavar los pies de las personas era una actividad que solo realizaban los sirvientes, era algo que hacían personas de inferior rango, a ella no le importó.
2. El secarle los pies con los cabellos significaba que tendría que quitarse el manto de su cabeza, ya que todas las mujeres judías llevaban cubierta su cabeza. María se arriesgo, Jesús valía el riesgo.
Me gustaría que juntos podamos imaginarnos esta escena. Tomó el frasco de perfume, caminó hacia Jesús, posiblemente podía sentir todas las miradas sobre ella, preguntándose ¿qué es lo que haría? Ella siguió caminando puestos los ojos en Jesús, probablemente mientras caminaba, pensaba: “eres digno, eres digno que todo lo más valioso sea vertido a tus pies.” Con sus ojos llenos de lágrimas delicadamente se inclinó y estando de rodillas quebró la boquilla del frasco del perfume y lo vertió todo, absolutamente todo sobre los pies de Jesús. Su corazón no se pudo contener y sus lagrimas empezaron a rodar por su rostro mientras con sus labios susurraba Mi Señor, eres digno de toda honra. Rápidamente lleva la mano a su cabello y suelta el manto que tenía , inmediatamente empieza a secar los pies de Jesús. Toda la casa se llenó del aroma del exquisito perfume. ¡Qué momento tan sublime!
Él es digno que toda nuestra vida sea vertida a sus pies, en humildad, reconociendo que Él merece toda nuestra devoción.
Cuando hablamos de que Jesús dio su vida en sacrificio por nosotros, debemos pensar de que Él es digno de que nosotros ofrezcamos ante Él un sacrificio de alabanza.
Derramemos toda nuestra vida ante su altar, humillémonos en su presencia, digámosle todo lo que sentimos, pensamos, y entreguemos por completo a Él, sin reservas, para que Él nos transforme, limpie, consuele y levante.